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3 mar 2011

Crisis alimentaria, ¿coyuntural o estructural?

Artículo de opinión escrito por José María Medina


Foto de Bruno C. Licencia Creative Commons
Los acontecimientos de los últimos meses dan la impresión de que nadie parece capaz de controlar los factores que condicionan el alza de los precios de los alimentos. La propia FAO, que declaraba en verano de 2010 que los precios de los alimentos estaban lejos del máximo histórico de junio de 2008 y que no había razones para pensar que iban a incrementarse tanto, señaló a comienzos de 2011 que el índice de precios de los alimentos ha sobrepasado aquel máximo histórico. Esto tiene un enorme impacto en las poblaciones que deben destinar entre el 60 y el 80 % de sus ingresos a la alimentación.

Algunos de los factores que producen el alza de precios actúan por el lado de la oferta: el encarecimiento de los recursos productivos, especialmente los derivados del petróleo; la sequía en China o en Rusia y la decisión del Gobierno ruso de suspender hasta final de 2011 las exportaciones de trigo y otros cereales; o las inundaciones y consiguiente pérdida de cosechas en otros países, como Australia, cuarto exportador mundial de trigo. Las alteraciones medioambientales provocadas a nivel global por el cambio climático tienen seguramente mucho que ver con algunos de estos fenómenos.

Otros factores, sin embargo, tienen que ver con la demanda de alimentos. Ésta no responde únicamente a la lógica del número de bocas que hay que alimentar, sino que se ve afectada por movimientos especulativos financieros, por políticas energéticas, por cambios en los patrones alimentarios de la población.

Tras la decisión rusa de suspender las exportaciones de cereales hasta final de 2011, tomada entre julio y agosto, en septiembre el precio del trigo en la bolsa de futuros de Chicago se incrementó más del 60 %. En estos últimos años el interés de los inversores financieros por las materias primas alimentarias ha crecido de forma exponencial. La organización GRAIN señalaba en un informe que, mientras en 2000 el monto global de inversiones financieras en este sector ascendía a unos 5.000 millones de dólares, en 2007 llegó a los 175.000 millones. Los movimientos especulativos sobre las materias alimentarias tienen mucho que ver con las subidas de precios; el Parlamento Europeo señaló en una resolución de mediados de enero pasado que “los movimientos especulativos son responsables de casi el 50 % de los recientes aumentos de precios”.

El auge de la producción de biocombustibles también tiene un impacto en el incremento de precios. En unos casos, porque se producen con materias primas alimentarias: en Estados Unidos, en 2010, se dedicó el 35% de la cosecha total de maíz a la producción de etanol, lo cual es muy relevante dado que este país produce el 40% del maíz mundial. En otros casos, los biocombustibles se obtienen de cultivos no alimentarios, pero éstos requieren grandes extensiones de tierra y significativos volúmenes de agua para su producción, por lo que compiten también con los cultivos alimentarios e inciden igualmente en la subida de precios de los alimentos, no por el lado de la demanda, sino por el de la oferta, ya que los recursos productivos que se dedican a biocombustibles no se destinan a cultivos alimentarios, reduciéndose la oferta potencial.

Además de que la población mundial siga creciendo, con el consiguiente aumento de necesidades alimentarias, se está produciendo un significativo cambio de los patrones de consumo alimentario en algunas de las economías emergentes, como China e India, que por sí solas pueden representar un incremento muy elevado de la demanda global de alimentos. Lester Brown señalaba que, con el nivel de consumo alimentario promedio en los Estados Unidos, la cosecha mundial de alimentos solamente alcanzaría para alimentar a unos 2.500 millones de personas. Con el nivel promedio de Italia, alcanzaría para alimentar a unos 5.000 millones. Y con el de la India, a unos 10.000 millones. Por tanto, en lo que a demanda de alimentos se refiere, es muy relevante tanto la cantidad que consumimos como el tipo de alimentación que tenemos. Con un hipotético valor calórico equivalente, las dietas ricas en carne suponen proporcionalmente una mayor demanda y ejercen una mayor presión para la subida de precios. Y China e India, con un tercio de la población mundial, están cambiando hacia dietas más ricas en proteínas animales.

El Premio Nobel de Economía Paul Krugman ha declarado recientemente que lo que nos están diciendo los mercados de materias primas es que vivimos en un mundo finito, en el cual el crecimiento rápido de las economías emergentes está presionando a la oferta limitada de recursos. No se trata de un factor coyuntural; es un problema estructural que nos debería llevar a revisar y transformar “la forma en la que vivimos, adaptando nuestra economía y nuestro estilo de vida a una realidad de recursos cada vez más escasos”.

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